Yo lavo mi taza

Un día en nuestro Instituto Círculo Aleph estábamos en un intervalo y como es costumbre, algunos preparándose y sirviéndose un café. Por ahí hubo un leve reclamo que había tazas sin lavar y algunas cucharas. Alguien levantó la voz para que todos oyéramos y dijo: “yo uso mi taza y lavo mi taza”. El mensaje oculto era que no estaba dispuesto a lavarle la taza a nadie y que él cumplía con limpiar la suya.

En realidad, si uno va a la lavar “su” taza, no cuesta mucho aprovechar de limpiar también dos o tres más que pudiera haber. Esta es la actitud natural e intrínseca en el ser humano: ser empático. La empatía es lo que nos permitió sobrevivir como especie.

Sin embargo, el vivir en un medio donde la sociedad se mueve en el egoísmo, el consumo, el “yo gano, tú pierdes”, con el sentido de competencia desde que se entra al sistema educacional y donde se considera que éxito es tener más que los demás, el individualismo y el egoísmo se sobreponen a la empatía.

“Yo estoy bien y eso es lo que importa”.

Por ejemplo, no interesa que un migrante pase hambre, tenga sed y no tenga un techo seguro donde cobijarse. Incluso, hasta molesta. El migrante no llega a un lugar porque anda turisteando. Viene porque su vida corre peligro en su lugar de origen. Por eso, abandona su tierra, sus costumbres, su familia, su ciudad, sus bienes y su casa. No lo hace por gusto.

Creo que hay que ser agradecido de no tener que vivir esa experiencia. Y también saber que todo cambia y que un día es posible encontrarse en una situación similar.

A veces si un gobierno por su ideología no es capaz de encontrar soluciones quizá todos podamos aportar algo para ser empáticos con otros seres humanos, incluido sus niños.

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