Enseñanzas del agua y la montaña

Enseñanzas del agua y la montaña

Hace mucho tiempo, una montaña y un río se pusieron a discutir cuál era más poderoso. Como no se pusieron de acuerdo, pidieron a un sabio que hiciera de juez y diera además su veredicto.

No hay espacio para contarles el debate, así que vamos con la conclusión final. La montaña con su inmensidad y firmeza era, a primera vista, la ganadora. Sin embargo, el agua es mucho más poderosa y fuerte. El río nace en la montaña producto del derretimiento de las nieves. De pronto, el frío la hace congelarse y aumentar de volumen. Entonces, al hacerlo, tiene tanta fuerza que parte las rocas de las montañas. Luego, vuelve a su estado líquido y fluye hacia abajo, arrastrando las piedras resultantes que va limando y transformando en arena. Su torrente abre surcos y erosiona las rocas más firmes. Así sigue, adaptándose a los accidentes geográficos hasta elegir el mejor camino para llegar al océano. Allí se evapora y vuelve a la montaña como lluvia y nieve para seguir ampliando sus surcos.

De modo que el sabio concluyó que el agua puede llevar la montaña hacia el océano, con paciencia y perseverancia. Pero la montaña jamás podrá llevarse el agua del océano hacia ella.

El agua triunfa porque es flexible y se adapta a las circunstancias, y una vez acomodada, actúa con perseverancia y persistencia.

Así sucede con la gente. Quienes son inflexibles, rígidos y de una sola opinión, en realidad, son los más débiles. Son más fuertes quienes son flexibles, quienes se adaptan a los cambios, buscan nuevos caminos siempre y son perseverantes y pacientes, con la mirada siempre dirigida hacia el horizonte, donde está su meta.

Es un horizonte que siempre se mueve a medida que nos acercamos. Porque los ideales de la gente exitosa y feliz no tienen límites. Así disfrutamos cada día del camino que se recorre.

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