Recuerdo una actividad con un grupo que tuvimos hace un tiempo. Encontramos una taza quebrada al guardar la vajilla al fin de la jornada. Nadie dijo nada de lo había ocurrido.
De pequeño escuché esta frase sin comprenderla realmente: «tanto va el cántaro al agua que al final se rompe». Después entendí su origen. Antiguamente en nuestros países, y aún hoy en otros menos desarrollados, se iba a un pozo a buscar agua. Generalmente se empleaban vasijas de barro o cerámica para traerla. De tanto ir a buscar y llevar agua con el cántaro, terminaba finalmente por caerse y romperse. Es una cuestión de probabilidades.
Hoy es más simple buscar agua, aunque en el futuro cercano, si no hay un cambio, será de nuevo complicado obtener este precioso líquido. Es bueno tener más consciencia sobre esto para cuidarla y para ir buscando alternativas de su potabilización.
He escuchado a veces quejas porque alguien rompió un plato o una taza. Cuando niño en la casa era un verdadero escándalo cuando un plato se quebraba (¿serían muy caros en esa época?). Si escucho algo como: “la María otra vez quebró un vaso o una taza”, yo digo, claro, es que ella es la que lava la loza. Y de tanto lavarla, alguna vez algo se va a resbalar, caer y romperse. Si yo no lavo nunca los platos, entonces, difícilmente se me caerá uno.
Veo a padres que reprochan a sus hijos pequeños porque rompen algo. ¿Tan importante es? Si algo se quiebra, simplemente se remplaza y se aprovecha de comprar algo nuevo, quizá hasta más lindo. Nada será eterno, todo se transforma.
Este miedo a romper algo, lleva a las personas a decir “se quebró un vaso” o “se cayó un plato”. Nunca dicen, yo rompí el vaso o boté un plato sin querer. Miedos atávicos de la infancia. Miedos a perder algo.
La vida seguirá y hay que dejarla fluir, aunque una taza se haya roto. Seamos felices mirando y confiando hacia el futuro. Hasta las amistades y las parejas se rompen, pero el amor siempre está si queremos mantenerlo en nosotros.
