Libertad para tomar tus decisiones… ¿eso crees tener?

Contemplando la naturaleza aprendemos de la vida. De una u otra forma como se enuncie, es una idea que se oye habitualmente y desde hace siglos. El entorno natural es un espejo en el cual nos podemos reflejar, tal como sucede cuanto conversamos profundamente, de alma a alma, con otra persona. En esta otredad nos vemos contrastados y nos permite reflexionar, reflejándonos, con una imagen que se transforma al volver a nosotros, como cuando miramos objetos brillantes que nos devuelven una forma de nosotros algo diferente.

Sin embargo, hoy la mayoría de las personas perdió ese espejo natural. Producto de los intereses de consumo de hace décadas, los espejos ahora son centros comerciales, cines, espectáculos estructurados, pantallas de televisión, pantallas de computadoras o pantallas de celulares. Lo que mueve a las personas a contemplarse ahora es engañoso y no responde a su propia naturaleza ni a la naturaleza, sino que son gustos condicionados, ilusiones de sabiduría y felicidad que nos han puesto intereses ajenos a los nuestros.

El entorno social te impulsa ya no solo a consumir objetos, sino que experiencias, emociones y sensaciones. Es una búsqueda insaciable de experiencias y, como no provienen de sí mismo, sino que son impuestas, cuanto más se buscan, más insatisfacción se genera.

En las relaciones actuales, en los encuentros con la otredad, no hay ni trascendencia ni profundidad. Es más, creo que las personas hasta temen esto, ya que no la conocen o están poco acostumbradas a estas vivencias.

Como explica el filósofo Jean Baudrillard: “La oposición del sujeto y el objeto siempre fue significativa, al igual que el imaginario profundo del espejo y de la escena. Escena de la historia, pero también escena de la cotidianidad emergiendo a la sombra de una historia cada vez más políticamente desinvestida. Hoy, ni escena ni espejo, sino pantalla y red.” (1)

La naturaleza que la gente contempla es la de la televisión, que ya no tiene sabiduría, sino intencionalidad para que consumas lo que da dinero a las empresas o que transmite ideas sobre lo que a los gobernantes les interesa para mantener el sistema. No tiene relación ninguna con tu bienestar, libertad, seguridad ni realización como humano. Tu inconsciente es llevado, sin que te des cuenta, a que te guste y agrade lo que los demás  quieren que te guste y agrade. Si tú no consumieras lo que te piden y lo que te hacen creer que necesitas, la sociedad actual se desmoronaría.

Al menos, todavía, al leer un libro puedes imaginar y reflexionar por ti mismo. Tú puedes elegir qué leer, no lo que te imponga un medio de comunicación o el letrero de un centro comercial. Lamentablemente, cada vez se lee menos y este refugio para el alma que aún dispone el citadino, es poco utilizado.

Moverse en la ciudad actual con entretenciones que nos han programado, metidos en nuestro vehículo para ir a uno u otro lado en el que proyectamos nuestra propia persona como si fuera parte nuestra, es como viajar en el espacio en una pequeña nave o módulo, una burbuja flotando lejos sin tener otra opción de vida que intentar ser feliz con los elementos que nos pusieron en esa cápsula.

“Cabe imaginar simuladores de ocio o de vacaciones del mismo modo que existen simuladores de vuelo para los pilotos de avión.”

Hoy puedes sentir libertad, una libertad que consiste en realizar lo que la sociedad y los medios de comunicación te han puesto en el inconsciente y que, al ir saliendo, crees que es tu propia voluntad y decisión. Habría que probar, creo yo, una libertad más trascendente, que se eleve, por decirlo de alguna manera, más allá de los condicionamientos, que ascienda hacia nuestra realidad esencial, espiritual si te va bien llamarla así.

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