Me he dado cuenta de que la vida es como caminar río abajo. Cada paso es un momento con un paisaje único e irrepetible. Seguimos caminando y hay que aprender a atesorar cada uno de esos pasos. Todo va quedando atrás. Casi. Lo que he logrado es dejar en mi alma los bellos instantes.
Esos eventos que ninguna fotografía ni película podría registrar. Las imágenes solo sirven de estímulo y evocación de algo que ocurre en varias dimensiones. Si vivimos cada instante bello con atención completa, sentiremos sus aromas, sonidos, sensaciones múltiples que se entrelazan en una creación que nuestra mente hace. Esos efluvios se quedan en nuestra alma, la transforman y la enriquecen. Nunca volveremos a ser los mismos. Como nunca el río volverá a serlo tampoco.
Seguimos caminando y todo lo anterior ya pasó y vendrá algo nuevo. Hasta que un día, junto al río, nos iremos a sumergir en el todo, en el mar. Ahí dejaremos esos bellos momentos. Los instantes no tan bellos no llegan, porque los solté y se fueron. Fueron piedras que me sirvieron para pisar y darme impulso para seguir caminando.