¿Será real lo que pensamos?

Leamos con atención las siguientes profecías:

  • «Las computadoras en el futuro llegarán a pesar no más de 1.5 toneladas». (Revista Mecánica Popular al pronosticar el futuro de las computadoras en 1949).
  • «La caja inalámbrica de música no tiene ningún valor comercial imaginable. ¿Quién pagaría por un mensaje que se envía sin destinatario en particular?» (Davis Sarnoff Associates cuando le propusieron invertir en desarrollar la radio en 1920). 
  • «Me siento feliz de que Clark Gable sea quien va a fracasar y no Gary Cooper». (Gary Cooper en el momento de rechazar el protagónico en «Lo que el viento se llevó»).
  • «64k debe ser suficiente para cualquiera». (Bill Gates en 1981).

Modelos mentales incorrectos, paradigmas o simplemente datos erróneos. Innumerables veces los ponemos en nuestra cabeza y convivimos con ellos sin poder escaparles, ya que es lo que decidimos. Es la idea que nos hicimos al respecto y no se nos pasa ni remotamente pensar que estemos equivocándonos.

¿Cuántas veces nos habrá ocurrido esto en el momento de tomar una decisión en nuestra empresa?

Hay infinidad de frases como las que leímos anteriormente, dichas por especialistas e incluso verdaderos genios en sus materias, pero que no veían el potencial de desarrollo en el tiempo de ciertos productos o emprendimientos. Ni siquiera la utilidad que iban a representar para la humanidad. Pero también como contraparte hubieron otros que no se quedaron con la última palabra y sin importarles que los dichos vinieran de quien vinieran, llegamos a tener hoy (gracias a ellos) computadoras que entran en la palma de una mano, comunicaciones sin límites al instante a cualquier lugar del mundo (por remoto que sea) y miles de productos que utilizamos en el día a día sin darnos cuenta de que hace pocos años formaban parte de las historias de ciencia ficción.

Esto fue posible gracias a los que creyeron que se podía.

Tanto en situaciones que ocurren cotidianamente en nuestra empresa y que nos obligan a tomar decisiones, así como también en oportunidades de negocios que se nos presenten, recordemos algunas de estas frases que leímos al principio y pensemos si no estaremos cayendo en lo mismo.

Estudiemos una y otra vez si las ideas que tenemos con respecto a nuestros productos, a nuestros servicios, a nuestro posicionamiento (como empresa, como profesionales, independientes o como ejecutivos) y con respecto a la competencia es real o es una imagen creada por nosotros y alimentada (también por nosotros) en el tiempo.

Tal vez no sea real, tal vez sea mejor de lo que pensamos y si es peor (y podemos descubrirlo y enfrentarlo) tomemos ya! las medidas del caso. Es común encontrar empresas que «creen» que son más que su competencia (en muy pocos casos lo son), «están convencidos» de que su competencia no se mueve, que se quedó en el tiempo, que no son de temer, que no les interesa una mayor participación de mercado y poco a poco, con estos convencimientos se van metiendo solos en un callejón sin salida. «¿Para qué voy a innovar, a promocionar, a publicitar, a buscar nuevos mercados, nuevos segmentos de clientes, (¡para qué voy a gastar!) si ya la gente nos percibe como los mejores?»

Los líderes del mercado en cada rubro, sea cual sea el negocio, no piensan así. Saben que hoy en día es cada vez más difícil mantener una ventaja competitiva. Si tenemos el mejor producto, la competencia puede igualarlo y mejorarlo, si tenemos el mejor precio, la competencia puede bajarlo (e incluso puede venderlo perdiendo dinero solo para ganarnos el mercado), la estructura, la atención, el servicio; todo puede ser mejorado y superado en algún momento. Por esta razón es que no podemos «dormirnos en los laureles» con ideas equivocadas, con datos erróneos.

Las preguntas que deberíamos formularnos hoy son:

· ¿Cuáles son mis modelos mentales, mis paradigmas con respecto a las diferentes situaciones de gerenciamiento que se presentan diariamente en mi organización?
· ¿Estoy analizando la situación desde un único punto de vista o trato de tener una «Visión Sistémica» del problema?
· ¿Poseo toda la información necesaria para avalar lo que estoy pensando con respecto a la situación o al producto sobre el que estoy opinando, diciendo o desarrollando?
· ¿Consultamos lo suficiente con gente que tenga la misma o más experiencia que nosotros al respecto?

Con seguridad estas preguntas nos ayudarán a tomar mejores decisiones en el momento de analizar cada situación desde distintas perspectivas.

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