A veces cuesta, pero, creanme, ¡se puede!

El ser espiritual viene a cumplir una misión y esa misión es el servicio. Tarde o temprano descubrimos que nuestra misión es servir y que la tarea básica del ser espiritual se cumple cuando desarrollamos correctas relaciones humanas. Las correctas relaciones humanas son relaciones armónicas, es decir, relaciones que no están fundamentadas en el apego. Por eso la primera condición para ese recorrido es que la personalidad conquiste el desapego.

El desapego no es una condición negativa, sino una condición vigilante, positiva, que nos libera de algo que impide en nosotros el contacto con el ser espiritual, ese algo es el miedo de la libertad. Tenemos apego cuando tenemos miedo de la libertad. Tenemos apego cuando perdemos el poder interior. Tenemos apego cuando nos volvemos dependientes de una persona, de un evento, de una circunstancia; inclusive de la religión como una muleta exterior, no como un punto de apoyo interior.

El apoyo nos hace perder el poder, porque nos hace perder el punto de apoyo interior y este es autonomía. La autonomía es la condición del ser espiritual, del contacto de la personalidad con el ser espiritual. Solamente cuando seamos autónomos, nos aceptemos, nos reconozcamos, tengamos autonomía interior y seamos nosotros mismos; entonces recién el ser espiritual podrá anclarse en nuestro vehículo.

Nosotros somos fundamentalmente el ser espiritual que utiliza la personalidad. Pero el ser espiritual es virtual, es potencial, es como un futuro incierto cuando nosotros no somos libres. El ser espiritual solo se puede asentar, en medio de la libertad.

El apego negativo lo llamamos rechazo o aversión. Estamos apegados a un sentimiento que volvemos resentimiento. Y el resentimiento como una forma de aversión es el peor de los apegos. El apego no solo es la dependencia de otro, el apego siempre es la dependencia de un sentimiento. Los apegos se dan en el campo emocional o en el campo astral; que es el campo de los sentimientos. Como los sentimientos siempre tienen un poder magnético, no hay ningún sentimiento que sea neutro. Todos los sentimientos tienen una connotación positiva o negativa. Entonces los sentimientos nos llevan a apegarnos o a rechazar la gente. El sentimiento es como un imán. Ese imán atrae las cargas diferentes y rechaza frecuentemente las cargas similares. Pero cuando nosotros nos identificamos con el polo del imán y no con el imán o la esencia del ser; terminamos atrayendo o rechazando. Atraemos para apegarnos y rechazamos para generar aversión.

En ambos casos nos separamos; porque no hay peor separación, que la de la proximidad física, cuando no hay libertad. Puede que estemos muy juntos y muy cerca. Puede que nos besemos, puede que nos abracemos, puede que ocupemos el mismo techo, pero si la relación se basa en el apego, estamos profundamente separados en nuestra esencia. Mientras más cerca estén nuestros cuerpos y nuestras personalidades; si hay apego, más lejanos están nuestros seres espirituales.

De tal manera que la mejor manera de unirse es paradójicamente liberarse. La mejor manera de encontrarse es desaparecerse. La mejor manera de no rechazarte es paradójicamente aceptarme a mí mismo. Así se pueden ver las paradojas que se dan en una relación que tiene como punto de partida la reflexión.  Aquellas cosas a las que yo me apego son esas inseguridades y  vacíos interiores que tengo. De manera que te estoy utilizando en la relación como un instrumento para compensar mis carencias. La relación no es un instrumento para compensar carencias, sino es un instrumento de liberación.

Si yo te necesito a ti para llenar mis vacíos, pobre de ti y de mí,  porque te voy a atrapar  en la prisión de mi vacío. Si tú me necesitas sólo  para compensar tus vacíos en la relación, no me vas a dar más que tu carencia,  tu sombra y tu pobreza. No me vas a regalar lo mejor de ti mismo que es tu riqueza y todas aquellas cosas que ya has afirmado, aquello que traes para regalarle al mundo desde tu propio corazón.

Si yo te rechazo es porque no he descubierto el núcleo interior que rechazo en mí mismo. Si yo estoy inseguro de ti y de tu relación, es porque no he descubierto el núcleo interior de inseguridad y  desconfianza en mí mismo. Pero cuando yo descubro esos núcleos, esos vacíos y rechazos  empiezo a descubrirme. Cuando uno empieza a descubrirse se disipa la primera sombra que nos impide reconocernos, esa sombra es la ignorancia de nosotros mismos. Cuando nos conocemos o mejor dicho cuando nos reconocemos; nos reconocemos en esa parte esencial del ser que no puede desarrollar dependencia. En esa parte intima de nosotros que se aprecia, se ama, se respeta y que tiene una autoimagen  adecuada. En esa parte de nosotros ya no somos la imagen que nos descubre el espejo, ya nos somos la edad, el color, el vestido, el dinero, los roles. Sino, que somos un ser que más allá del espacio y el tiempo, somos consciencia pura. De esa manera descubrimos nuestro verdadero ser.

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