El suplicio de Tántalo
Según algunas tradiciones, Tántalo traicionó la confianza de los dioses difundiendo ciertos secretos a los que había tenido acceso en el Olimpo, llegando incluso a robar el néctar y la ambrosía de los dioses para dárselos a los hombres. Recibió un castigo merecido porque se portó bastante mal.
Así lo vio Ulises (Canto XI, la Odisea) cuando descendió al inframundo:
Vi a Tántalo, que soportaba pesados dolores, en pie dentro del lago; éste llegaba a su mentón, pero se le veía siempre sediento y no podía tomar agua para beber, pues cuantas veces se inclinaba el anciano para hacerlo, otras tantas desaparecía el agua absorbida y a sus pies aparecía negra la tierra, pues una divinidad la secaba. También había altos árboles que dejaban caer su fruto desde lo alto perales, manzanos de hermoso fruto, dulces higueras y verdeantes olivos, pero cuando el anciano intentaba asirlas con sus manos, el viento las impulsaba hacia las oscuras nubes.
Símbolo del mito
¿Alguien sabe lo que estamos buscando? La expresión suplicio de Tántalo evoca una situación en la que se está muy cerca de lo que se ansía sin poder jamás alcanzarlo. Quizás, lo que se desea no es lo adecuado para nosotros, pero seguimos afanosamente intentándolo hasta acabar con nuestras fuerzas. ¿Resistimos o cambiamos de sentido? Nos hemos obsesionado por un objeto, por un sueño, por una meta, pero tal vez detrás de todo esto haya un espacio vacío, una estampa desierta, envuelto en un papel de regalo. ¿Nos atrapa el papel de regalo o el vacío que hay dentro de él?
¿Para qué vivimos? Anhelamos cosas materiales todos los días. Una vez logradas, continuamos con el deseo de tener más, de poseer más riquezas y comodidades. No tenemos límites, y nuestro apetito interior siempre acaba inclinándose hacia la corriente materialista para acabar rompiendo nuestro interior.
Este mito lo llevamos muy arraigado en nosotros, preso de nuestros deseos inferiores, de nuestros “apetitos” carnales que jamás cesan de irrumpir en nuestras vidas diarias.
Siempre he enseñado que cuando nos encontramos con obstáculos en nuestro camino, hay que luchar por vencerlos. Esto nos fortalece. Sin embargo, si se siguen presentando, es porque no debemos ir por ahí. Hay que cambiar de rumbo después de hacer un esfuerzo razonable. Y, por otra parte, cuando se da todo muy fácil, no siempre es porque es el camino adecuado, sino porque seguimos una ilusión y nuestra mente filtra todo lo que se opone a nuestras creencias, cayendo en un espejismo (o sesgo mental) que un día será revelado.
¿Crees que la vida te hace siempre lo mismo al igual que a Tántalo? Pues estás en lo cierto, siempre te hará lo mismo, mientras tú seas siempre el mismo. Lo que la vida le hace a cada uno, depende de lo que cada uno es. Si quieres algo distinto de la vida, tendrás que empezar por transformarte a ti mismo en algo diferente.
¿Alguien quiere seguir soportando el suplicio de Tántalo?
¡Yo no!