¿En quién se puede confiar?
Decir o escribir los sentimientos más íntimos, los deseos y motivaciones, las aspiraciones y metas, hace muy bien. Es un acto que permite exteriorizar y objetivar los pensamientos. Es decir, se sacan del «interior» para contemplarlos desde fuera. A veces cuesta reconocer que se tienen ciertas ideas o anhelos.
Tan ocultos se mantienen por el temor a las opiniones de los demás, que ni siquiera la persona se permite tenerlos. Pero están ahí, en lo más profundo de la mente. Y están determinando la vida, el presente y el futuro. Y como no se exteriorizan, no se analizan. Y, por lo tanto, no se controlan. No se puede así evaluar si se van logrando los anhelos, si son legítimos o no, si convienen o no, si se justifica luchar por esas ideas o hay que abandonarlas definitivamente.
Esta necesidad es la que nos lleva a la mayoría a llevar un «diario de vida» en la niñez y adolescencia. Quien lo haya llevado, sabe lo bien que le hizo. Pero ¿por qué en la mayoría de los casos deja de hacerse? Por el temor, real o imaginario, que alguien pueda verlo. ¿Y qué de malo tiene que alguien lo vea? Esto depende de la actitud del lector del diario. Quizás quien lleva un diario estará feliz de mostrárselo a una amiga o amigo en quien tiene confianza. Pero no estará dispuesto a dejárselo leer a quien critique negativamente lo allí escrito, o se ponga a dar consejos sin que se los pidan o censure las ideas expuestas o utilice ese conocimiento para manipular. Se interrumpe de esta forma una costumbre muy sana para la mente y el alma.
Cuando adulto, el registro diario tiene además otras ventajas. Permite observar más objetivamente lo que se ha hecho durante el día, cómo ha sido el comportamiento ante determinados acontecimientos, cómo se puede mejorar la conducta en el futuro y de qué manera pueden corregirse algunos errores en días futuros.
Hay que saber con quién se puede tener confianza. No parece fácil. A veces confiamos en alguien para que tiempo después traicione esta confianza. A mí me ha pasado, recibiendo incluso promesas solemnes que después no se cumplen ni siquiera con algún remordimiento de consciencia. La persona en quien confiamos debe ser discreta y debe saber escuchar. No opinar ni criticar si no se lo piden. Debe saber compartir y comprender que todos somos diferentes, que tenemos experiencias distintas y metas diversas. Es frecuente encontrar en los familiares personas que te quieren mucho sin embargo sus comentarios son interesados y dirigidos al modo que quieren que tú seas, no siempre respetando lo que tú quieres realmente ser. Esto interrumpe comunicaciones y confianzas valiosas.
Si tienes un amigo en quien puedas confiar y que te respeta como persona, ¡cuidalo! Si no se tiene alguien así, es mejor escribir solamente para sí.
Experimenta escribir. Con el tiempo, te conocerás mejor y actuarás de manera más eficiente.
¿Has observado tus pensamientos y sentimientos más profundos? ¿Has llevado un diario de vida?
Fbsvc