Me gusta siempre mirarte, especialmente al amanecer y al atardecer.
Tus tornasolados colores, siempre en movimiento, son de vida y dan vida.
El azul de tu mirada me traspasa el alma y me hace flotar en sueños.
Sólo sueños, porque me das miedo. Siempre me has provocado respeto.
Y hablando de sueños, anoche soñé que te recorría tranquilo y en paz.
Todo tu cuerpo, todo tu ser, podía acariciarte y sentir tu calma y calidez.
Estaba en un velero y con él podía mirarte y sentirte tranquilo y en paz.
En ese viaje de sueño pude sentirme feliz y libre. Ahora sé que puedo serlo.
Ya no te tengo miedo mi hermoso mar azul. Mi velero blanco me lleva.
Me conduce al puerto de la hermandad, de la unidad, del amor.
De la libertad.