Carta abierta a Monita
Cuando me tocaba salir a trabajar y llegaba tarde, siempre me esperabas, confiando en que volvería y estaríamos juntos para dialogar y jugar. Te negabas a ir otro lugar hasta saber que llegaba y que estaba bien. Estuviste siempre segura de que estaría para ti, porque aprendí a valorar profundamente la lealtad, la honestidad y la fidelidad. Has sido quizás el único ser en toda mi vida que jamás fue indiscreto, nunca hablaste mal de mí a otras personas, nunca sentiste envidia ni celos. Por eso y más, cuentas incondicionalmente conmigo para toda la vida.
Me expresaste siempre la alegría que sentías al verme y me buscabas para que te abrazara. Tu mirada me bastaba para comprender lo que me amabas y yo te miraba y transmitía el mismo sentimiento. Sobraban entonces las palabras. Con amor, toda dificultad se supera rápidamente. Te alegraba el día y tú alegrabas el mío.
Un día como hoy llegaste a esta vida. Y los dos tuvimos un pasar feliz. Quisiera ser como tú: hacer que mi presencia haga más feliz a quienes amo.
Si existiremos en otra vida, ten la seguridad que llegaré a buscarte y sé que tú estarás esperándome como siempre. El cielo será volver a jugar y a comunicarnos.
Monita de un año de edad