Me acordé de una anécdota. Cuando recién entre a trabajar a una empresa a fines de la década de los 60 del siglo pasado (mientras comenzaba mis estudios universitarios), comencé a estudiar Análisis de Sistemas (informático), me recibí de Analista y me designaron en el equipo que comenzó con la informatización de esta empresa. Todo se llevaba antes a mano (literalmente hablando) y por máquina de escribir.
Había unos kárdex con tarjetas de cartulina donde se anotaba a mano los datos de los clientes y encontré en las fichas más antiguas de muchas mujeres que en la línea de profesión decía «labores del sexo». Me llamó la atención que hubiera tantas clientas dedicadas al comercio sexual.
Tiempo después supe que eso quería decir que las mujeres de dedicaban a hacer labores en la casa (o sea… dueñas de casa). Y así se les describía hasta los años 60. Las labores de lavar, planchar, asear, cocinar y otras similares, se suponían exclusivas de las mujeres, para eso estaban. Es cuestión de sexo.
Incluso, por mucho tiempo ningún cargo importante en la empresa era asumido por mujeres. A lo que más se podía aspirar era llegar a ser secretaria ejecutiva. Claro que las mujeres tampoco hacían muchos méritos para merecer otra cosa. Esto último no por falta de inteligencia, sino que por errada formación recibida en su familia.