Esa hermosa mañana todas estaban muy felices. Como siempre la jornada comenzaba con una animada conversación mientras les servían el desayuno.
Una hermosa vida, decían. Nos tratan muy bien, decían todas las vacas. Desde que dejamos de ser terneras y nos liberaron de ese corral de crianza, todo va bien. No tenemos que ocuparnos de nada, comentaban. Siempre hay comida, agua, nos bañan, nos limpian, asean alrededor, nos ponen vacunas y otras cosas, ¿qué más se puede pedir?
Es cierto que a veces estamos restringidas de espacio, decía otra. Es lo único no tan bueno, pero se compensa con el cuidado que recibimos. Los humanos son muy buenos.
Por eso, ese día fue diferente.
Llegaron temprano unos enormes camiones y todas fueron conducidas por un sendero para abordarlos. Gritos de alegría. ¡Nos llevan a pasear, nos llevan de vacaciones! Hoy será un gran día, vociferaban.
Un caballo que había en las cercanías les comenzó a gritar: ¡Salgan de ahí!, ¿no ven que van derecho al matadero?
Está loco éste, dijo la líder. No sabe lo que dice. ¡Yo estoy mejor que nunca!
De ellas no se supo más. Quizá murieron felices.
A veces cuando todo parece ir muy bien y maravilloso es peligroso porque no se está en condiciones de escuchar. Más vale prevenir.