Al prever los acontecimientos, viene la decisión de optar. Esto es «libre albedrío». Sin embargo, éste es relativo, puesto que existe una programación exterior que determina en cierto modo esas decisiones. Y esta programación depende de nuestro desarrollo general y del buen uso de la imaginación para modificar los programas.
Como seres humanos, pertenecientes a un sistema de vida no creado por nosotros, también estamos predeterminados y nuestras opciones son limitadas por la cantidad de información que podamos recopilar y por la comprensión de cómo funciona la vida.
Una actitud de observación de sí da más seguridad para avanzar al ritmo adecuado. Tener ciertas reglas de conducta ayuda a no perder tiempo en la duda.
Las grandes decisiones son importantes porque le dan una dirección a nuestra vida. Lo correcto es que sean debidamente estudiadas y meditadas, ya que por lo general no tienen retroceso.
En la vida no podemos tener todo lo que deseamos en algún momento. Algunas opciones sólo son asunto de esperar un lapso, pero hay algunas que implican sacrificios definitivos de las demás opciones.
Hay decisiones de importancia, como la elección de una profesión que implica un gasto económico y de tiempo. Por tanto, también deben ser meditadas y bien programadas.
Pero antes de ir a las técnicas mismas, debemos tener claro que: el conocimiento cabal de la situación, la despersonalización (es decir, yo decido como si no fuera para mí) y los principios de vida sólidos, son los que hacen posible que las decisiones sean acertadas en la mayoría de los casos.