Nuevos estudios muestran una faceta distinta de esta época del año que, por sus condiciones climáticas, propicia una serie de factores cerebrales, biológicos y sicológicos, esenciales para generar el tipo de pensamiento que se necesita en las resoluciones de largo plazo.
Todos los días nos enfrentamos a decisiones cotidianas sin mayor trascendencia y muy fáciles de abordar. Pero de tanto en tanto, el escenario se complica y llega la hora de tomar una determinación que puede generar un giro bastante más radical en la vida. Decisiones de envergadura, con consecuencias que se dejan sentir por años o incluso décadas y que requieren de una reflexión cuidadosa.
Bueno, lo que ahora sabemos es que para esas decisiones lo mejor es el invierno. Hasta ahora, el nexo entre los días fríos y lluviosos y su capacidad de potenciar un tipo de pensamiento más reflexivo, más allá de la tradicional nostalgia, había permanecido poco estudiado. Pero nuevos estudios están mostrando una faceta distinta del invierno, una época que por sus condiciones climáticas propicia una serie de factores cerebrales, biológicos y sicológicos.
De hecho, las investigaciones más recientes dan cuenta de que la acción en el cerebro de neurotransmisores, como la serotonina y la dopamina, mezclados con la mayor cantidad y calidad de sueño que dan los días grises y el análisis más metódico que genera la falta de luz del ciclo invernal, son vitales para tomar decisiones trascendentes.