Cápsulas S-Z

S

Solsticios y estatuas

Solsticio tiene su origen léxico en el verbo latino que significa estarse quieto o parado (sto, stare, statui, statum). Solsticio es la parada del sol. De la misma raíz derivan palabras como estatua, estatuto (un enunciado de principios que permanece estable en el tiempo), estamento, estación, constitución (leyes relativamente permanentes que rigen la normativa, por ejemplo, de una nación).

Es curiosa la expresión que a veces se oye: “esa persona tiene status”. Tener “status” parece significar tener prestigio, establecido en el tiempo. “Statu quo” es dejar algo en pausa, en la misma situación que se encuentra hasta tomar una decisión de cambio más adelante. No es bueno que el Instituto Círculo Aleph esté en “statu quo”, ¡no lo permitimos! Y cuando empieza a suceder, procedemos a hacer los cambios correspondientes. No es bueno tampoco que los estudiantes se queden como estatuas en clases. Si no se desestabilizan pronto para comenzar a mejorar su participación, corren el riesgo de ir quedando lejos.

En cuanto al Sol, las religiones antiguas y los pueblos tuvieron una visión equivocada ya que hace poco se sabe que el sol en realidad permanece relativamente fijo con respecto a la Tierra. Antiguamente se creía que era el sol el que se desplazaba porque esa es la ilusión que tenemos al mirarlo. Nos parece que el sol sale, se pone y tiene determinadas paradas o detenciones en su trayecto, los solsticios.

El sol se desplaza aparentemente en el cielo, viajando de norte a sur y de sur a norte. Hay un punto en que detiene su marcha para cambiar de dirección y esto ocurre, según nuestro calendario, alrededor del 21 de junio y del 21 de diciembre de cada año. Por ejemplo, de junio a diciembre el sol parece viajar hacia el hemisferio sur, lo que provoca un aumento de temperatura. Cerca del 21 de diciembre detiene su marcha y comienza a retornar hacia el norte, dejando el hemisferio con menos rayos infrarrojos, o sea, con menos calor. Los mayores aumentos de temperatura se registran, sin embargo, en enero. Esto se debe a que la Tierra va guardando calor y esta acumulación, junto con los rayos solares que en enero todavía caen bastante directos, provoca los aumentos de temperatura.

La astronomía estaba en manos de los sacerdotes, cuyas observaciones (contemplaciones —de templum— y consideraciones —de sídera—) eran larguísimas en el tiempo y de alta precisión), y ellos marcaban las fiestas y celebraciones, entre las que los solsticios ocuparon el lugar más destacado.

Por eso, los jerarcas cristianos decidieron fijar el 25 de diciembre como el natalicio de Jesús (Solsticio de Invierno), aunque realmente, de existir el Jesús histórico, tuvo que nacer en otra fecha. Por la misma razón, fijaron la festividad de San Juan en el Solsticio de Verano del hemisferio norte (hacia el 21 de junio).

Los ritos de nacimiento, renovación, esperanza, intercambio de bienes y de navidad de estas fechas, no corresponden a un solsticio de verano, sino que al solsticio de invierno, época de frío y oscuridad. Este enredo se debe a que las religiones fueron fundadas en el hemisferio norte.

T

El trabajo para muchas personas es una tortura. Tiene fundamento esta sensación ya que este concepto deriva del latín tripalium, que era el nombre de un temible instrumento de tortura.

Tripalium ‘tres palos’ es un vocablo del bajo latín del siglo VI de nuestra era, época en la cual los reos eran atados al tripalium, una especie de cepo formado por tres maderos cruzados donde quedaban inmovilizados mientras se los azotaba o, a veces, eran quemados. Esta era la forma de la cruz que empleaban los antiguos romanos para las crucifixiones.

Tripalium significaba “sufrir” y se aplicaba a cualquier actividad que producía dolor en el cuerpo. De tripalium derivó inicialmente tripaliare ‘torturar’ y, posteriormente, trebajo ‘esfuerzo’, ‘sufrimiento’, ‘sacrificio’.

Trebajo evolucionó hacia trabajo, vinculándose poco a poco con la idea de labor. Lo mismo ocurrió en francés, lengua en la cual tripalium derivó en travail ‘trabajo’, vocablo al cual los ingleses dieron la forma travel y un nuevo significado, asociándola primero a la idea de ‘viaje cansador’ y, más tarde, simplemente, a ‘viaje’.

La solución para liberarse de este suplicio y de la maldición de dios de la Biblia “con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra” es lo que yo he hecho: ¡no trabajar!

He logrado en mi vida hacer lo que me gusta y en un ambiente tranquilo y más sano. También lo que hago ayuda y beneficia a millones de personas porque produzco bienes para una vida mejor. He dedicado todos los días de mi vida a esta labor y muchas horas al día. No he sufrido, ha sido un juego. ¡Y he aprendido muchísimo de todo!

Inténtalo. Si tú haces lo que te gusta, lo harás bien y ganarás el dinero suficiente para estar bien. Verás que tampoco necesitas mucho dinero ni muchos bienes materiales. Así, el trabajo se transforma en un juego. Juega a vivir y lleva más felicidad a los demás. ¡Pruébalo! ¿O ya lo estás haciendo?

V

Voluntad y Buena Voluntad

Eudokia (eudokía) es la palabra bíblica (no se encuentra en otros contextos) cuya interpretación clásica es «buena voluntad». Pero en buena ley no podemos aceptar el significado de un lexema aislándolo totalmente de su grupo léxico. Y eso es lo que hicieron los reformistas (lo mismo han hecho en el Padrenuestro), y no precisamente para clarificar el texto, sino para oscurecerlo. En efecto, si nos vamos al verbo eudokew (eudokéo), del que se obtuvo la palabra, hemos de traducirlo por «considerar bueno», «aprobar», «estar satisfecho», «complacerse en algo o en alguien». Este es el verbo que se usa en la Transfiguración: «Éste es mi Hijo amado, en quien me he complacido (eudokhsa / eudókesa; Mt 17, 5). Al ser éste un verbo compuesto, el valor de sus elementos configura (aunque no siempre determina) el valor del conjunto. El prefijo eu (éu), cuyo significado es «bien» o «buen», lo tenemos localizado en el mismo Evangelio (la u intervocálica, consonantizada en v), Eucaristía, eufemismo, eugenesia, eutanasia… El verbo dokew (dokéo) significa en principio, «parecer», «parecerle a alguien», tener la apariencia de». Y por derivación, puesto que algo puede ser lo que a uno le parece que es, este verbo puede significar también «creer», «pensar», «opinar», «suponer»… y también «decidir», como consecuencia de creer que algo es lo conveniente.

Está claro que llegados aquí, tan legítimo es traducir el en anJrwpoiV eudokiaV (en anzrópois eudokías) como «en los hombres que tienen buena opinión o buena creencia», como traducir «en los hombres que tienen buena apariencia, que parecen bien, y por tanto son objeto de una buena opinión o consideración». Ese es el motivo por el que una vez desechada la traducción tradicional, tanto da decir «paz en la tierra a los hombres que ama el Señor (porque dan lugar por su apariencia a que el Señor sienta bien de ellos, tenga para con ellos buenos sentimientos); como decir «paz en la tierra a los hombres que aman al Señor», de retorno al significado clásico de «hombres de buena voluntad». Y no es lo mismo una cosa que otra, porque en en esta última traducción, es el hombre quien tiene que cumplir la voluntad de Dios, quien ha de esforzarse en parecerle bien a Dios; en cambio, en la traducción hoy vigente, nos saltamos unos cuantos pueblos y volvemos a la doctrina de la predestinación: Dios es el que elige a quién amar, y a quién detestar; a quién salvar, y a quién condenar. Por más que haga o deje de hacer el hombre, no será capaz de cambiar ni la voluntad ni el amor de Dios. He ahí cómo una traducción u otra, nos sitúa en una u otra línea doctrinal, frontalmente opuestas. Y a mayor abundamiento hay que decir que se interprete como se interprete el lexema griego en discordia, el texto bíblico no ofrece la menor duda de que en el canto de los ángeles, la paz se proclama no para aquellos que Dios determine (¡mal andaríamos que Dios decidiese a espaldas del hombre, quién ha de tener paz, y quién no la ha de tener, según que Dios le ame o no le ame); el gloria invoca la paz en la tierra, no para todos los hombres, es evidente, sino tan sólo para aquellos que cumplen una condición que depende de ellos, no de Dios: y es el mostrar o tener buena voluntad, según la traducción de la Vulgata, o el comportarse de modo que Dios tenga buena opinión sobre ellos. Pero poniendo el hombre de su parte, no regalándoselo Dios a unos sí y a otros no.

Mariano Arnal

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