1958

1958

Gracias C.Z.I.

Este año soy bien joven (más joven que ahora), mi familia ha ido a visitar una casa para ver la posibilidad de alquilarla o comprarla.

El vendedor y dueño era un señor ya de edad, como yo lo soy ahora. El alquiler no se concretó, pero en las visitas me ve tan entusiasmado por la lectura. Mientras los adultos conversan, yo robo esos preciosos minutos para hojear muchos libros que él tiene. Al despedirnos, me regala libros a mi completa elección. Creo que nunca supe su nombre. Hoy me quedan solamente sus iniciales en los libros: “C.Z.I.”

¿Cómo habrá sido su vida? ¿Por qué estaba tan solo? O tal vez no lo estaba. Quizá tantos libros reflejan una vida rica en cultura, mundo y amigos. ¿Habrá sabido que me regaló horas y horas de diversión? ¿Qué me hizo soñar, conocer otros mundos, otras culturas y otras visiones de la vida?

Conservo muchos años casi todos esos libros, menos los que perdí en una inundación y los que, a mi vez, regalaré. La vida da círculos misteriosos. Ahora soy yo, quizá con la misma edad de mi bondadoso oferente el que busco lectores ávidos para obsequiarles esos y otros libros. Busco personas que los aprecien.

 Comprendo la era digital y disfruto de ella. Sin embargo, el libro impreso en papel tendrá siempre para mí un encanto especial. Es la obra tangible de un comunicador, de un alma que quiere trascender a sí misma, a su tiempo y a su espacio. Nada más que por esa intención que significa muchas horas de dedicación, merece que se le respete y se le lea con tranquilidad, reflexión y comprensión. Y con toda seguridad, el escritor estaría feliz de compartir un café y conversar, estemos o no de acuerdo con sus ideas.

Hoy parece haber poco tiempo para leer reflexivamente. Pocos saben lo delicioso que es sentarse una tarde de invierno junto al fuego y compartir pensamientos de un libro. O en la primavera, tener un libro entre las manos en medio de los aromas de las flores y las caricias del viento.

Poco tiempo le queda a la gente para eso. No importa. A mí también me queda poco tiempo. Mientras me quede… seguiré leyendo.

Ya leo cientos de libros

Me desaparezco casi todo el día de la casa sin que nadie se ocupe de mí. Eso me permite averiguar dónde hay libros (ni idea cómo o con quién) y mi primera biblioteca pública fue una en la Casa de la Cultura de Ñuñoa, que estaba a unas veinte cuadras de la casa. Iba en bicicleta que me prestaban en la carnicería porque trabaja repartiendo carne desde los 7 años.

Con mi bicicleta recorro casi todo Santiago. Voy varias veces a la semana a la Biblioteca Nacional), a los museos, a los pasajes del centro, al aeropuerto, en fin, a muchos lugares. Me conozco casi toda la Biblioteca Nacional (más adelante será el Archivo Nacional) con sus inmensos salones y piso de baldosas blancas y negras.

Leo en estos años cientos de libros. Día por medio meto mi mano sin mirar a los ficheros y elijo libros al azar. Día por medio yo elijo libros a mi gusto. Al poco tiempo, dado mi entusiasmo, en las Bibliotecas me dieron un carnet para llevármelos a domicilio. Me doy cuenta ahora que ha sido una atención especial, pues ni soñar que alguien en la casa se iba a mover para firmar como persona responsable y pedirme un carnet.

Ficheros de la Biblioteca Nacional de esta época.

Vivo en encierro también

Para evitar peleas y gritos entre mi abuela y sus hermanas y por la indiferencia que había, me refugio en mi pieza donde me sumerjo en la lectura y en una infinidad de mundos.

Mampato

El diario «El Mercurio» publica los miércoles un suplemento infantil y juvenil llamado «Mampato». Más adelante, sé que este suplemento se discontinuará y se tomará el nombre para una revista infantil impresa por la editorial que es de propiedad de la empresa El Mercuio. Trae historietas, juegos para armar y varios temas interesantes. Ya pronto dejará de publicarse.

Se incluye un personaje de Walt Disney que aquí lo llaman «Pillín». Se supone un hijo de la Dama y el Vagabundo. Miles de perritos en el país se les pondrá el nombre de Pillín.

Bueno, no sólo me siento a leer…

También camino mucho. Me encanta recorrer el centro de la ciudad. Un ambiente tranquilo, acogedor, con pasajes comerciales muy entretenidos. En calle MacIver está lleno de tiendas muy entretenidas, entre ellas, varias casas filatélicas donde compro estampillas para ir completando mis colecciones. Mi favorita tienda filatélica es «El Penique Negro».

El sector de La Moneda, la casa de gobierno, es también muy entretenido. Nadie me molesta si intruseo un poco adentro de ese misterioso edificio. Al frente, la Plaza de la Constitución que sirve de estacionamiento, especialmente para las Citronetas, armadas en la ciudad de Arica.

Aprecio mucho tus comentarios y aportes. Escríbeme. ¿Hay algo mal? ¡Avísame!

Perdido en el espacio

Me gusta conocer la ciudad y para eso me subo a un bus de locomoción coletiva y me voy de parada en parada hasta su final de recorrido. Ahí lo tomo de regreso.

Por mi casa pasan unos modernos buses enormes marca Mitsubishi Fuso de la Empresa de Transportes Colectivos del EStado.. Y me confundo en la noche y me subo de regreso a una línea errada que me va a dejar a un sector llamado Macul donde casi no hay casas.. Como era de noche me doy cuenta tarde que no iba a mis calles. Y ya no me quedaba dinero. Alguien me paga los pasajes de vuelta y llego tardísimo a la casa. Lo bueno es que a nadie le importó que me desapareciera hasta tan tarde.

Hay familias que te tratan mal. Hay otras que te ignoran. Hay otras que te sobreprotegen. Me tocó las que me ignoran y lo bueno es que me da libertad para aprender.

En la foto, un bus Fuso por avenida Quilín en Macul este año.

Mientras tanto, en Curacaví. Una caravana de buses con hinchas del club Santiago Wanderers rumbo a Santiago (son campeones este año). Se detienen a almorzar en «El Pato Loco» (a la derecha).
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