1965

Algo se quedó

Realizando prospección de vetas de mineral de cobre como práctica universitaria en el desértico norte del país. Además, realizamos servicio voluntario de ayuda a la comunidad a un pueblo pequeño todavía muy aislado en aquellos años.

De lo de químico no durará mucho. La voluntad de servir a los demás para que tengan una vida mejor sé que fluirá. En ese camino, finalmente, llevaré mi vida.

La familia tuvo que alejar a mi hermana

Cecilia

¡Yo lo conocí!

Desde muy pequeño escucho a Tito Mundt en sus crónicas radiales. Tiene una voz parecida a alguien que padece afonía al estar resfriado.

Por otra parte, de otra vida tengo que haber traído el gusto a la lectura (en la casa, nadie leía ni siquiera los titulares de un diario). Los libros me han permitido conocer a mucha gente, lugares, costumbres, creencias, puntos de vista, etc. Es como tener centenares de amigos siempre dispuestos a relatarte cosas interesantes.

Por circunstancias de mi vida, viví bien en solitario. Ahora que entro a la universidad me siento en la necesidad urgente de aprender a socializar. Sin amigos en la niñez, y sin embargo, los escritores han formado una legión de cultos amigos como ningún niño de mi edad tuvo.

Leía, y leo, intentando al mismo tiempo de impregnarme de las ideas volcadas en tinta, los sentimientos y emociones del autor que estaba tras esa pluma. Hubo y hay autores que sigo y casi puedo adivinar qué y cómo van a escribir algo.

Fruto de su experiencia como reportero, Tito Mundt escribe varios libros. Apenas ha salido a librerías (por la extraordinaria Editorial Zig-Zag *) Fui a la Biblioteca Nacional a conseguir leer este libro. Uno tiene que buscar en un fichero la ficha del libro, anotar en un papel amarillento el número de identificación (códigos que llegué a aprenderme de memoria), nombre y autor. Luego ir a un poco amigable y amenazador mesón a dejarlo y esperar que te pasen el libro.

De ahí a sentarse en poco cómodos asientos para irse en la imaginación a dialogar con Tito Mundt y que te cuente sus historias.

Su libro “Yo lo conocí” me gusta mucho. En este texto relata sus encuentros con personajes famosos de Chile y el mundo. Los describe más allá de sus ideas, intentando conocer el lado humano e íntimo de cada uno. 

Tito escribe que llevó una vida solitaria, pero que en cada libro tenía un amigo, una persona con quien charlar y quién le abría la mente a nuevas ideas y horizontes. Justamente, es lo mismo que yo siento.

Otros libros de Tito Mundt que he leído son “De Chile a China” (relatos interesantes de países que él ha visitado), “Guía Humorística de Santiago” (un viaje por historias fascinantes de esta ciudad) y “Chile, una noticia” (un libro en formato de grandes páginas que relata los hechos históricos principales de Chile como si fueran noticias publicadas en un diario).

Me pongo mi cinto espacio temporal para viajar al futuro y descubro lo siguiente.

Tito Mundt escribió en numerosos periódicos y revistas. Durante muchos años mantuvo sus crónicas radiales. Y fallece trágicamente a los 55 años de edad. Estando de paso en nuestro país en 1971, cuando preparaba un libro sobre el asesinato de Edmundo Pérez Zujovic, fallece sorpresivamente en un trágico accidente. Había terminado de almorzar en el restaurante Sportsman (duodécimo piso de la Calle Estado 215). Una imprudencia del periodista-actor-escritor (como muchas veces antes, empezó a hacer ejercicios en los fierros del toldo de la terraza) terminó con su vida el jueves 10 de junio de 1971.

Lástima, todavía podría haber deleitado con sus crónicas durante muchos años más.

Viajo un poco más y en 2014 selecciono un artículo para la Revista Ser Feliz 365 que describe investigaciones científicas que demuestran que la lectura de buenos libros y ver buenas películas son experiencias tan reales como estar con ciertas personas o visitar físicamente algunos lugares. Al menos, en cuanto a cuota de felicidad, es la misma. Hasta ahora, he sido muy feliz leyendo.

Biblioteca Nacional en estos años. La conozco completamente adentro. Desde los 7 años que la recorro y nadie me molestó nunca. Creo que pensaron que era el hijo de alguna funcionaria. Era para mí un mundo maravilloso. Enormes baldosas blanco y negro y mesones gigantes. Un olor muy particular. Zonas de silencio profundo y recovecos donde me podía sentar en solitario a leer. Todavía me sigue fascinando este lugar.

Al frente, el Cine Santa Lucía que exhibe películas en el sistema Cinerama. Fui un par de veces. Complicado, porque son tres proyectores que deben funcionar simultáneamente. Y cuando una película de uno de ellos se corta, se debe suspender la función mientras reparan y vuelven a sincronizar. Además, los colores no siempre se igualan en las tres proyecciones. No durará mucho.

NOTAS

(*) Editorial Zig-Zag quebró y durante la presidencia de Salvador Allende, el Gobierno de Chile adquirió imprentas, maquinarias y sus bienes para instalar una editorial popular, con el objeto que los libros y revistas se vendieran a bajo precio. Nació así la Editorial Quimantú. Nunca en Chile se han publicado tantos libros como en ese entonces y a precios al alcance de todos. Lamentablemente, cuando vino el golpe militar, las Fuerzas Armadas y del Orden arrasaron con la editorial, la saquearon y la hicieron desaparecer.

Un poco antes, hacia 1910. Convento de las Monjas Clarisas en demolición para dar paso a construcción de la Biblioteca Nacional.

Poblaciones callampas

Año 1965 faldeos Cerro Blanco , en lo que después será la Comuna de Recoleta. Costado de Cementerio General de Santiago.

Las intensas migraciones hacia Santiago impulsaron la formación de innumerables poblaciones que, construidas sobre la base de desechos como latas, cartones y maderos viejos, brotaron con tal rapidez y magnitud que fueron denominadas poblaciones callampas.

Por esta razón durante el siglo veinte una de las principales preocupaciones del Estado fue buscar una solución al apremiante asunto de la habitación popular que padecía de problemas tales como el barro, el hacinamiento, el frío, la falta de agua, luz, alcantarillado, equipamiento comercial, educacional, de salud y recreación.

En este contexto, en 1954 se estableció la Corporación de la Vivienda (CORVI) que logró construir la población San Gregorio en La Granja y la José María Caro en San Miguel.

Posteriormente, el gobierno de Eduardo Frei Montalva implementó la denominada «operación sitio» mediante la cual los pobladores tomaban créditos para adquirir terrenos dotados de urbanización básica, es decir: letrinas, calles ripiadas, soleras, pilones de agua potable y tendido eléctrico.

No obstante, por la lentitud del proceso de construcción de viviendas y el aumento explosivo de las necesidades habitacionales, estas iniciativas no lograron contener las siempre crecientes ocupaciones de terreno de los pobladores sin casa. De todas estas tomas la más conocida y famosa es la ocurrida el 30 de octubre de 1957.

Las familias que realizaron esta acción provenían de un conjunto de poblaciones callampas instaladas a orillas del Zanjón de la Aguada, tradicional lugar de miseria desde los tiempos del intendente Benjamín Vicuña Mackenna. Allí vivían, hacinadas en una franja de cinco kilómetros de largo y 125 metros de ancho, unas 35.000 personas que formaban diez poblaciones las cuales habían realizado innumerables gestiones para adquirir un sitio.

Dos incendios gigantescos ocurridos en octubre de 1957 precipitaron la ocupación de la chacra La Feria. La reacción de las autoridades fue ordenar el desalojo, pero la intervención del arzobispo José María Caro permitió la permanencia definitiva de los ocupantes que bautizaron la población con el nombre de La Victoria.

El proceso de tomas de terreno se agudizó diez años más tarde cuando el fracaso de las políticas sociales dio paso a la acción de los movimientos más radicalizados. Así en marzo de 1967 el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) impulsó la toma de la Herminda de la Victoria. En 1968 hubo más ocupaciones y en 1969 éstas aumentaron a 35 y en 1971 a 172, totalizando 416 tomas en esos cuatro años.

En este período, unas 54 familias, el diez por ciento de toda la población de Santiago, logró un terreno por este medio. Los primeros pobladores llegaban como un susurro que luego se transformaba en un murmullo provocado por una masa incontenible de seres humanos que venían de todas partes en sigilosas hileras, con carretones y carretas.

Parecían extraños seres con mochilas improvisadas, arrastrando bolsos, desechos, cartones, frazadas, niños apurados caminando de la mano de su madre, llenos de esperanza. En pocos minutos nacían poblaciones de más 4.000 habitantes que durante las horas y días siguientes debían resistir las acciones de la policía y consolidar la ocupación.

A partir de la década del setenta el crecimiento demográfico de Santiago se ha producido por el crecimiento vegetativo, número de nacimientos menos número de defunciones, de sus habitantes. Entre 1970 y 1982 sólo un 19,5 por ciento del crecimiento intercensal de la población de Santiago se debió a migraciones desde las zonas rurales.

El movimiento migratorio ha sido, entonces, reemplazado por desplazamientos al interior de la ciudad motivados por acciones derivadas de las políticas de Estado. Estos movimientos fueron legalizados con la promulgación del decreto Nº 2.552 de febrero de 1979, denominado «Programa de viviendas básicas de erradicación de campamentos», que entre ese año y 1985 radicó y erradicó dentro de la ciudad 28.703 familias, cantidad que equivale aproximadamente a la población de la ciudad de Talca en 1985.

Del total de las familias erradicadas un 77,3 por ciento fue desplazado a sólo cinco comunas del área sur de Santiago: La Pintana, Puente Alto, La Granja, San Bernardo y Peñalolén. Además del problema de la segregación espacial, las familias desplazadas sufrieron el desarraigo de su entorno habitual y familiar. Las comunas receptoras, generalmente pobres en infraestructura y equipamiento, debieron soportar la llegada de los pobladores formando bolsones de pobreza y marginalidad social.

En cambio, a buena parte de las comunas «dadoras» de población este proceso las benefició con una rápida valorización de los terrenos abandonados por los campamentos. Como consecuencia de estos movimientos de poblaciones se desarrolló una mayor homogeneidad social en las comunas.

Información y datos Memoria Chilena.

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