El papá que no sabía contar cuentos

Había una vez un papá que no sabía contar cuentos… Cada noche antes de dormir, Jaime llamaba a su papá

– Papá, ¿me cuentas un cuento?

– Hijo, no sé ningún cuento. Si quieres te cuento lo que he hecho hoy en el trabajo, o lo que vi en el telediario, o lo que hablé con la tía María…, pero cuentos… no sé ninguno.

Al día siguiente Jaime y su papá fueron a la Biblioteca

– ¡Buenas tardes! – dijo Jaime al entrar.

– ¡Buenas tardes! ¿Puedo ayudarte en algo? – pregunto la señora.

– Tenemos un problema – explicó Jaime – Mi papá no sabe contar cuentos…

– ¡OH! Ese es un problema muy serio. Creo que sé quién puede ayudaros…

– ¿Quién? -preguntó el papá muy interesado.

– ¡El Duende de la Fantasía!

– ¿Dónde podemos encontrarle? – preguntó Jaime.

– Subir a la tercera planta. Allí hay un libro muy grande y no muy lejos de él lo encontraréis. Pero tener mucho cuidado, no lo vayáis a asustar.

– ¡Creo que aquí no hay ningún duende! – dijo papá.

– Este es el libro, así que no tiene que andar lejos.

Jaime comenzó a andar alrededor del libro y, cuando hubo dado una vuelta completa, allí estaba el duendecillo, encima del libro, mirándole como si supiera a qué había ido allí.

– ¡Hola, Jaime! – saludó el duende.

– ¿Me conoces?

– ¡Claro!, te estaba esperando… Yo conozco a todos los niños y en especial a aquellos que necesitan mi ayuda. Cuéntame, ¿qué te pasa?

– Este es mi papá, no sabe contar cuentos…

– ¡Eso es imposible!- dijo el duende sorprendido

– ¡Es cierto!

– No conozco ningún cuento, puedo contarte lo que quieras, pero un cuento… ¡Imposible!

– Vamos a ver, ¿sabes quién es Caperucita? – preguntó el duende

– No la conozco.

– ¿La Bella y la Bestia?

– Nunca he oído hablar de ellos.

– ¿Pinocho?

– ¿Quién es ese?

– ¿Blancanieves?

– ¿Es una chica?

El Duende estaba empezando a perder la calma…

– ¿Sabes quién es David el Gnomo?

– Todo el mundo sabe que los Gnomos no existen – respondió el papá.

– ¡Es cierto, Jaime! ¡Tu papá no conoce ningún cuento! Esto es más grave de lo que pensaba…

– ¿Puede curarse? – preguntó Jaime.

– ¡Claro! Tu papá ha perdido su memoria infantil. Para recuperarla tenéis que ir al País de Siempre Volverás, buscar la fuente de los cuentos y beber de ella.

– ¿Cómo llegaremos hasta allí?

El Duende dio un salto y al instante cayó al suelo y tras él cayó el libro, que quedó abierto Sus páginas mostraban una puerta secreta que conducía al País de Siempre Volverás.

– ¡Vamos, papá! Veamos dónde nos lleva este camino…

Padre e hijo andaron y andaron sin cansarse hasta llegar a una casita de ladrillos rojos, llamaron a la puerta, y se oyó una voz

– ¿Quién sois? ¿y qué queréis?

– Soy Jaime y mi papá, buscamos la fuente de los cuentos.

La puerta se abrió y aparecieron tres cerditos

– Nosotros buscamos la fuente de los cuentos

– Entonces seguir el camino, os lleva al pueblo y allí esta la fuente.

– ¡Buenos Días, caballeros! Soy Willy Fog, estoy buscando el baile de los cuentos, sabéis dónde esta.

– Al final de éste camino, nosotros vamos allí.

– ¡Entonces subir a mi globo! Yo os llevaré.

Se montaron en el globo y en un par de minutos llegaron al pueblo. Había muchísima gente celebrando una gran fiesta, la Bella y la Bestia bailaban en el centro de la plaza, Caperucita estaba preparando una merienda para todos los invitados, Los músicos de Bremen tocaban y cantaban sin parar, Blancanieves bailaba con los enanitos, Hansel y Gretel jugueteaban en su casa de chocolate.

– Hola, soy Jaime y buscamos la fuente de los cuentos.

– Hola, soy David el Gnomo, la fuente de los cuentos está detrás del lago de los cisnes.

– ¡Queremos llevarnos el libro gigante de la tercera planta!

– Ese libro no se presta, – dijo la señora. Podéis venir a leerlo cuando queráis, pero no se puede sacar de aquí.

– ¡Está bien! Volveremos mañana. Jaime y su papá se fueron a casa. Al llegar la noche, Jaime le preguntó a su papá

– Papá, ¿me cuentas un cuento?

– ¡Claro! Conozco todos los cuentos del mundo, pero hoy voy a contarte un cuento especial…

– ¡Qué bien!

– ¿Estás preparado?

– ¡Sí!

– Había una vez un papá que no sabía contar cuentos…

(Eva López León).

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