Cuando alguna persona decide comenzar seriamente un camino de perfeccionamiento de sí mismo, pronto se encontrará con alguien que le dirá solemnemente: lo primero que debes hacer es conocerte a ti mismo.
Efectivamente esta sentencia se daba desde muy antiguo en las escuelas o filosofías.
Lo que casi nadie explica hasta ahora es que no basta con tener la intención de conocerse a sí mismo para lograrlo. Más aún, sin una ardua preparación, es imposible.
La mente construye imágenes ilusorias de sí mismo. Cada uno percibe una parte de la realidad y la interpreta a su gusto. De allí que sea mucho más fácil mirar en el otro los defectos que en sí mismo.
Es que el ego de cada persona no permite que se observe sinceramente. Cada uno justifica sus actos y encuentra una explicación para él razonable.
Ningún ser de la creación percibe el mundo tal cual es. Todos estamos preparados genéticamente para percibir una parte de la realidad, la necesaria para nuestra supervivencia. Nuestros sentidos tienen un umbral determinado, es decir, percibimos una parte de las sensaciones que nos llegan desde el exterior o desde el interior de nuestro cuerpo.
No es posible atender a todas las sensaciones que nos rodean. Necesariamente tenemos que seleccionar unas pocas para atender. Este es un proceso que puede hacerse en forma consciente, pero que generalmente se realiza en forma automática.
De esta forma la vida se va haciendo conforme a las percepciones que has ido seleccionando, determinando de esta manera tu felicidad y tu realización personal.
Por ejemplo, si has tenido en tu mente pensamientos dominantes referidos a que no eres importante para los demás, entonces tu mente filtrará de las miles de percepciones diarias, aquéllas que sean coherentes con lo que piensas.
Los hechos vienen a confirmar lo que siempre has pensado: no eres una persona valiosa para los demás. Sin embargo, tu mente dejó de percibir las manifestaciones de aprecio y los elogios. Simplemente para ti no existieron.
A la inversa, teniendo una buena imagen de ti mismo, el mundo y la gente que te rodea, cambia positivamente para ti.
Aquí tienes una pauta para conocerte mejor. Si no te reconoces tus defectos, no puedes conocerte realmente. Y mucho menos puedes cambiarlos.
Sólo puedes aspirar a una vida mejor si identificas lo que está errado en ti. Pero, ¿cómo hacerlo, si tu mente está entrenada para suavizar las equivocaciones y para justificar tus acciones? A continuación, una magnífica clave para conocerte.
Utiliza precisamente esta realidad de que es más fácil ver en el otro sus defectos que en sí mismo.
Observa a los demás y reconoce las emociones negativas o perturbadoras en ellos. Investiga cómo se manifiestan, qué dice el sujeto, cómo se comporta, cuál es la expresión de su rostro, etc.
Identifica emociones tales como celos, envidias, animadversiones, rencores, miedos y otras. Cuando veas que alguien se comporta de tal modo, tu concluirás: eso que la persona tal manifiesta se llama celos.
Tú debes ser un investigador por unos días de la naturaleza humana, pero no un juez. No critiques ni juzgues, simplemente observa.
Después de un par de semanas de investigación observa tus comportamientos y expresiones. Seguramente descubrirás en ti, quizás por primera vez, lo que en otros observaste.