La felicidad es más que una euforia. No es una emoción pasajera producto de un entusiasmo del momento. Ser feliz es un estado interior, una manera de amarse y una forma de apreciar la vida y sus circunstancias.
Por esta razón a muchas personas les cuesta mucho sentir esa felicidad, salvo momentos esporádicos. ¿Es tu caso? Cuando se vive en un estado de felicidad, se atrae lo positivo de manera mágica. ¿Cuál es la magia? La gente te ve sonreír y tiende a tener actitudes positivas contigo. Tu mente está más alerta a las oportunidades favorables para ti y te parece estar a menudo en el lugar y en el momento justo para mejorar tu vida.
Sin embargo, es posible que te encuentres en la situación de muchos que sienten que no pueden ser plenamente felices porque la vida los castiga habitualmente. Una y otra vez se suceden acontecimientos con distintos nombres y circunstancias y con un denominador común, que causan molestias y desagrados. La mala suerte parece ensañarse.
Si las condiciones laborales desagradan, decides cambiarte de empleador para encontrarte luego en situaciones similares o peores que en el trabajo anterior.
Si tuviste una crianza desagradable, tal vez te cases con una persona que repite los mismos patrones de conducta.
Si tienes una mala experiencia con cierto tipo de personas que reaccionan de determinadas maneras, justo te encuentras con sujetos similares en diferentes momentos de tu vida.
Así es muy difícil permanecer en un estado de felicidad y parece cumplirse un dicho popular: “No rías mucho hoy, porque mañana vas a llorar”.
La vida está hecha para aprender. Y si se te repiten ciertos patrones o situaciones es porque tú todavía no has aprendido a tener una reacción distinta frente a determinadas circunstancias.
Si responsabilizas a los demás de lo que te sucede, estás entregando el mando de tu vida a los otros. La verdadera causa de tus molestáis no está en los otros, ni en los hechos, sino que en la manera como tú reaccionas ante esos hechos.
Es posible que no puedas cambiar a las personas ni a las condiciones que te ordenan, pero sí puedes cambiar el modo como tú los enfrentas, cómo reaccionas y las alternativas que buscas en tu vida para superarlos, rodearlos, traspasarlos o dejarlos en el pasado.
La ira y el rencor te atan y encadenan al pasado. Es sólo tu responsabilidad. No merecen las personas que te hayan hecho daño que te encadenes a ellas y tú no mereces tratarte mal y dejar que el rencor y la rabia amarguen tu vida futura.
Te sugiero aprender a quererte y valorarte más, a tener una actitud mental más constructiva y a buscar maneras mejores de reaccionar ante hechos que te han molestado.
Piensa también que quienes actúan de manera agresiva o incorrecta no lo hacen especialmente por ti ni para ti. Lo hacen porque no saben cómo hacerlo diferente, porque nunca aprendieron a superarse y descubrir mejores maneras de relacionarse con los otros. Si no eres tú, reaccionarán igual con otras personas. No eres tú el objeto exclusivo de sus reacciones; no eres tú, ellos son así, por ahora.
¿Cuál es tu experiencia en este tema?